centro de reflexión, encuentro y solidaridad

Estimados lectores, permitirme que, para empezar mi pequeño testimonio me presente primero. Soy Anna, una colaboradora española que llega a Santiago desde España con ilusión por lo que va a realizar y lo que va a descubrir.

Algunas cosas de las que descubres aquí te impactan, otras te fascinan, otras apasionan, te alegran, te hieren. La verdad es que ayer, después de tres semanas de observar el trabajo que se realiza aquí y de empezar a entrometerme en sus actividades, me sentí realmente impotente.

En mi tengo acumuladas cantidad de imágenes e impresiones que no se en realidad de dónde proceden ¿Las habré sacado de algún documental? Un día tras otro he absorbido caras, casas, familias, ríos, paisajes. Unas me han gustado más que otros pero hasta ayer no me di cuenta de para que servían. En el fondo, cada uno de ellos representaba un sentimiento distinto. He visto tantas cosas que me gustaría cambiar, no puedo decir que he visto cosas que querría no haber visto ya que, por una parte no seria justo que por el simple motivo de haber nacido en un contexto determinado pueda elegir vivir en la ignorancia y en la despreocupación por lo que pasa a mi alrededor y, por otra, mi presencia aquí no serviría para nada, aun así, algunas de ellas si que me han hecho mucho daño.

 

En la última reunión de Nueva Masculinidad con hombres de la comunidad de los Platanitos el tema a tratar fue que hablaran sobre su situación, cómo veían la política, su entorno, el trabajo, la sociedad. En ningún momento dijeron nada que no hubiera escuchado antes pero, de su propia boca conocí explicaciones y preguntas sobre lo que opinaban. Testimonios de personas que sufren autenticas situaciones de intolerancia y racismo, no esa intolerancia que se ve en las noticias o que aparece en los diccionarios sino, relatos de testimonios que han vivido situaciones de discriminación en sus vidas, estaban ahí, delante de mí. Le pedían a Joel que les explicase sobre porque ellos, por ser haitianos tenían que cobrar la mitad que un dominicano. Parece una tontería pero, ¿cómo uno se puede sentir cuando le impiden avanzar como persona? Decían: “La vida es muy cara, de que voy a comer, antes se encontraba algún trabajito pero ahora no hay para nadie!” Otro decía: “yo estoy trabajando pero ya hace tres meses que no cobro mi suelo, yo voy trabajando y él me da algo para comer mientras”. Ese hombre el día que cobre no tendrá nada porque tendrá que pagar sus deudas! “¿Qué motiva a un hombre,  encargado de una obra, para que el día de pago, cuando el trabajo ya esta casi finalizado, avisar a inmigración para que efectúe una redada?” No ha de pagar el sueldo que el trabajador se merece por lo que ha hecho y, además, el haitiano no tiene derechos reales. Existen leyes que les amparan y les protegen pero no se aplican con esa finalidad. A la práctica, su situación de ilegales y la opinión generalizada de que los inmigrantes no son bien recibidos en este país, provoca que las autoridades no respeten esos derechos. Esos hombres tienen que salir corriendo para no ser detenidos y llevados a Haití dejando lo poco que tienen aquí.

De mi intentaban salir respuestas, cómo podía ayudar a cambiar esta situación. Me decía: “pero tiene que ser ahora, no se puede esperar a que pasen generaciones, debe ser ahora, estos hombres están sufriendo los efectos de gente sin escrúpulos que además tiene total impunidad por qué les ampara la ley y todo el sistema. Algunos de los inmigrantes están enfermos, tienen hijos, cómo puede ser que vayan a sufrir esos hijos. No es posible, tengo que tener una solución, yo siempre tengo una solución para que estas cosas no ocurran a la gente que conozco, como, mi mente casi grita en búsqueda de esa respuesta, pero que digo!!!!!! En ese momento creo que quizás las respuestas están en las personas que más saben de las respuestas de aquí, la gente de One Respé ¿Qué se puede hacer con esto, con lo otro, tiene solución, verdad? Siempre o casi siempre hay un no por respuesta. Me dicen, en teoría, casi nunca, pocas veces…

Las respuestas que me surgían en ese momento no servían: Enfréntate al explotador que te paga menos únicamente por ser inmigrante, habla con él, entre todos se puede conseguir, rechaza lo que no te dignifique, prueba en otro sitio. Imposible ya que todos saben que otros a su alrededor se van a matar por hacerlo por la mitad. También les podría decir: lo importante no es el cuanto sino en el cómo tú disfrutes de la vida, de tu familia, de tu libertad para valorar las pequeñas cosas que te da la vida. Pero entonces me venían a la mente las imágenes del río, la basura, las calles, la contaminación, la iluminación, el agua, las construcciones…Pero, cómo les voy ha decir esa sarta de mentiras si viven rodeados de basura. ¿Quien podría disfrutar de las pequeñas cosas de la vida si no tiene nada? ¿Si su mente únicamente puede estar ocupada en trabajar, encontrar algo, comer y esperar que la enfermedad no acabe contigo y que amanezca un día mejor mañana? ¿Como se le puede pedir a un hombre que viva así, que se aguante, que su vida no va a cambiar nunca por mucho que lo intente?

Al fin y tras consolar mis llantos con algo de ayuda, conseguí entender que aquí no se vive luchando por lo imposible, que es lo que yo pretendía, se vive y trabaja para lo que sí esta en nuestras manos, mejorar las condiciones de vida de estas personas empezando por lo más primario, prestar nuestros sentidos a otras personas para que tengan una oportunidad de compartir con alguien lo que les sucede, para pasar un rato charlando, jugando a football, olvidándose un poco de los golpes que les da la vida. Para mí es algo que aún me cuesta comprender. Lo que si puedo comprender es que, los sentimientos que esa noche me hicieron apretar los dientes, enfadarme con el mundo sirvieron para motivar mi curiosidad y para dedicar mucho más mis esfuerzos para prestar mis sentidos al servicio de esta gente.